La eterna comparación entre Lionel Messi y Cristiano Ronaldo ha dividido al mundo del fútbol durante más de una década. Dos gigantes que marcaron una era, batiendo récords imposibles y llevando a millones de aficionados a discutir, celebrar y, a veces, incluso pelear por quién es realmente el “GOAT”. Sin embargo, en 2024, el contraste entre ambos nunca fue tan evidente.

Lionel Messi, con 37 años, sigue demostrando que su magia no tiene fecha de caducidad. Desde su llegada al Inter Miami en la MLS, no solo llenó estadios en Estados Unidos, sino que también llevó el fútbol norteamericano a un nivel de atención global jamás visto. Cada vez que toca el balón, cada pase, cada asistencia, cada jugada, se convierte en un espectáculo digno de admirar. Messi no solo marca goles: construye fútbol, reparte asistencias y deja su huella en cada partido, como si aún estuviera en sus mejores días en Barcelona.

Las estadísticas hablan por sí solas. En 2023 y 2024, Messi ha roto récords de asistencias, confirmando que su influencia va mucho más allá de anotar. Su visión de juego, su inteligencia y su capacidad de hacer mejores a sus compañeros lo mantienen como un jugador que trasciende generaciones. No se trata solo de números; se trata de impacto. Y ese impacto es lo que sigue llenando estadios, agotando entradas y atrayendo la atención de todo el mundo cada vez que pisa un campo de juego.

En el otro extremo de la comparación, Cristiano Ronaldo vive un presente muy distinto. Tras su salida de Europa y su fichaje por el Al-Nassr en Arabia Saudita, la expectación fue grande al inicio. Sin embargo, con el paso del tiempo, los estadios comenzaron a mostrar una imagen preocupante: gradas semivacías, una disminución en el entusiasmo y un ambiente que contrasta duramente con los días de gloria en el Real Madrid o en el Manchester United. Ronaldo sigue marcando goles, es cierto, pero muchos de ellos provienen de penaltis, y su impacto en el juego colectivo es cada vez más cuestionado.

Este contraste se ha convertido en el combustible perfecto para el debate eterno. Mientras Messi aún se percibe como un artista en el campo, capaz de emocionar y reinventarse, Cristiano se ve atrapado en un rol mucho más limitado: el de un finalizador que depende de las oportunidades y del contexto. Sus estadios ya no rugen como antes, sus partidos ya no son el centro de conversación global. En muchos sentidos, parece que el tiempo lo alcanzó antes que a su eterno rival.

¿Significa esto que Ronaldo no es una leyenda? Por supuesto que no. Su historia, sus récords goleadores y su implacable mentalidad lo colocan entre los mejores de todos los tiempos. Pero la diferencia hoy es clara: mientras Messi sigue evolucionando y conquistando corazones con su fútbol creativo, Cristiano parece estar aferrado a sus últimos destellos, en ligas y escenarios que ya no tienen la misma trascendencia.

Lo curioso es que este contraste no disminuye el legado de ninguno, sino que lo redefine. Messi es el símbolo de la magia que trasciende el tiempo; Ronaldo, el ícono de la disciplina que algún día tuvo que rendirse ante la edad. Dos caminos distintos, dos finales de carrera con mensajes diferentes: uno sigue escribiendo historia frente a estadios llenos, el otro la recuerda frente a gradas vacías.

Y así, la eterna discusión del GOAT parece inclinarse cada vez más hacia un lado. Messi no solo es el número uno por sus títulos, sus goles y sus asistencias; lo es porque, incluso al borde de los 40, sigue siendo capaz de emocionar al mundo entero con la pelota en los pies. Eso es lo que lo convierte en inmortal.